Tres poemas de Leonardo Alfonzo Amarista

(Eben Goff)

Escribí este poema para que vivas, incluso si la gente te olvida

La cualidad transgresora de mi cerebro
por ir armando un complejo modelo de tu cuerpo
e ir nombrando cada parte como si la biología
no hubiese sido una ciencia verificable.

Si cada uno representa un plano de universo
podría formular el origen del amor, contigo,
al conocerte, sin más, solo tomando como fuego
tus mejillas iridiscentes.

El espacio sigue componiendo tus extensiones
para abarcarlo todo como de costumbre
en cada dirección que he emprendido,
siempre nueva, a punto de conocerte,
sabiendo que eres tú.

Nos enamoramos distinto cada vez de otras rocas,
siluetas, botas, sin perder el instinto de servirles,
de sacarnos un cuarzo desde dentro
y mostrarlo cada noche para mejorar su descanso.

Pero no fuiste objeto ni te llevaste lo mejor de mí,
tan solo lo congelaste, hiciste lo que quisiste
sin retirarte del todo, aprendiste de las chicharras
a dejar tu armadura de lado al cantar tu canción final,
esa que sigo repitiendo hasta convencerme
de que a pesar de recrearte, sí exististe en verdad

y aun deambulas por ahí.

*

Mantener fuerza

Somos la sombra de lo que no podemos ver
y aun así, para ti, no es suficiente
has querido volver de los Areópagos
o de otros destinos más modestos y reales,
sobre todo porque te gusta ser el consentido.
Pero las banderas brillantes
se han izado donde la sangre es combustible
no queda más sino dejar caer los impedimentos
e inflamarnos libremente, sin áreas de humo restringido
espero que mis constantes desvaríos
no permitan que me aleje de los puertos y sus distracciones
pero si descarten la memoria incómoda
esa que no permite degustar el ceviche.

Ya no se puede pronosticar el final del viaje
no hay tal, a pesar que las bacterias y otros organismos
sobrevivan, morirán de altas o bajas temperaturas
pero ahí sabremos que habrá valido la estadía
permanecer ya no más en un bucle.
Así reza el andamio porque habían limpiado el cristal.


*

Charcutería 

Persigo lonjas de jamón de cerdo desde pequeño
porque son las más sabrosas. Su sabor es más intenso
cuando el cuerpo se pliega en partes,
así fue como aprendí física de amateur.
Como todo lo anterior y lo subsiguiente,
que fue por analogía, por comparación a la Descarte's.
Por culpa del famoso tocino me había viciado con las marcas de carnes frías
y Maite Delgado era muy hermosa en la televisión.

A través de mi desarrollo permanezco fiel a mi gusto,
porque algo que se quiere sin ser consiente no solo lo dejas,
aunque se deba sonreír con poca frecuencia después.
Así, a veces, creo que el Estado ha querido separarnos,
contra natura, de lo que siempre quisimos.

El jamón se ha vuelto severo y adopta una postura ante mí:
quiere que me supere, sabe lo que debo hacer para recuperarle,
para no verme derrotado ante una pared de miradas pintadas,
para no tener que fingir gusto deshonroso con el fiambre.


Leonardo Alejandro Alfonzo Amarista (El Tigre, 1994). Licenciado en Administración de Empresas, forma parte de la Antología “Amanecimos sobre la palabra”. Cuenta con poemas e historias reposando en el taller y algunos sueños de libertad.

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