Ender Rodríguez: Poema para Naca y José

(Leonora Carrington)



Ríes como cuchillo de melancolía
lloras como destajando un cadillo del sol
hablas como lamiendo las violetas
hueles a sal y sin cadáver
lees a Pizarnik, Plath y Carson,
vacías enseguida todo lo hallado
lo indivisible y ríes
sabes que no desaparecer es estar a solas
bebiéndote cada sabia de verbo
cada llamarada ebria

Miras un "Leonora Carrington"
y descubres que existe el sueño
del portal
donde no volveremos más
porque ya fuimos
su origen

*

Desde un más allá
tu padre no ha vuelto José
se orea

Tu madre tampoco Naca
solo arde
en su aguja de Jesucristo

Los infiernos roban al cielo
lo que sabemos

Yo me intoxico de magnolias
y verbos de ubre agria

Naca se fue adonde no sabemos dónde

José despierta de entre “sus yo” y “sus otros”
no se sabe cuántos son

*

Uno no cuenta sus existencias para evitar
confundir matemáticas con nihilismo o persecución

Las hogueras nunca son las mismas al arder

Le digo a Naca al oído de su laberinto
fuera de sí:

-Solo resta esperar el inicio del inicio
otra vez querida
ya verás que seremos el mismo delirio
del nunca-


Ender Rodríguez (San Cristóbal, 1972). Escritor y artista multidisciplinario. Licenciado en Educación Integral. Ha publicado: Cantos del origen (2001, CONAC); El sofá de Beatrice (2006, CENAL); Primavera cero (IPASME, 2007); Creactivo I (BARIQUÍA , 2007); Rabo de Pez - Nuevos idiomas en la creación formato e-book (FEUNET, 2014); Entrecruzamientos (Editorial Académica Española EAE, 2015); Ex sesos y asa res Borrones para textos no tan perversos (CENAL, 2016), El Blues de la Parca – 10 cuentos grotescos (AMAZON, 2017) y Creactivo II (AMAZON, 2017) entre otros publicados en internet y en físico como coautor. Blog

Poemas de Leonardo Alezones Lau

(c) Gary Hodges


Y LA SOGA SE REVENTÓ POR LO MÁS DELGADO

para cuando los perros se soltaron
había comenzado el saqueo
tenían espuma en el hocico
y no ladraban dando aviso alguno antes de morder
en ese momento la ciudad creyó en la rabia
que se purificó con el fuego


*


HAMBRUNA

ensalivar la perla
hasta sentir la república
como un ultraje


*


HIMNO

somos
el pan que maldije
al morder la sacristía

ningún vino se derrama
por nuestra sangre

y de entre nosotros nadie
supo cantar
tan bajo


*


EUTANASIA

nunca sabrás
de qué está hecho el pan de los pobres
cuando se ponga sobre tu mesa
el olvido reverdecerá sobre él
y tendrás por poca su lucha
lo habrás comido y vomitado
sobre sus bocas
que no paran de quejarse
que no paran de mendigar
estarás listo para el desamor
la tristeza y un odio sin razón
casi tan divino como la ignorancia
de saberlos gritando bajo tu almohada


*


SENDERO

un ave proyecta su sombra
sobre el pavimento con su grito
en estos tiempos donde parece que el hombre
tuviese que engañarse para poder vivir
la única verdad es la huida de una rata


*


GUARDA

no se puede suturar
el pus

tampoco coser
la boca de la sirena
que canta para derraparnos

ángel de gasa
tú conoces la historia
de sodoma

dime si a las puertas de esta ciudad
sólo se podrá correr
y disparar


*


HERPES

A Charles Bukowski 


claro qué hay cosas peores que estar solo
recoger colillas de cigarro en la calle
para poder fumar
urinarios contaminados con VPH
hijos con labios leporinos
adictos arrojando jeringas usadas
en las embotelladoras de alimentos
hartos de sus míseros pagos
y condones defectuosos para que sigan naciendo
la vida es descubrir un herpes hurgándonos la nariz
siempre ha sido demasiado tarde


*


VERAZ

la única cosa
que supongo le faltó a mi poesía
fueron reptiles ocupando cuerpos humanos
dejando entrever su verdadera mirada
en las grabaciones del noticiero estelar
para justificar toda conducta destructiva
en el orden del poder

pero aquí les dejo mi más sensato intento
una salamandra estornudando vidrio



Leonardo Alezones La (Valencia, 1983). Poeta y Artista Plástico. Escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena 2002-2005. Es autor del poemario “Arcada” publicado dentro de la colección CADA DÍA UN LIBRO por Fundación Editorial El Perro Y La Rana en el año 2007; como galardón en El Certamen Mayor De Las Letras y Las Artes Del Conac. “Amalivaca” en 2012 con Grupo Editorial Negro Sobre Blanco. Para el año 2016 aparece su Plaquette titulada “I.N.R.I.” vía El Sistema Regional De Imprentas Capítulo Carabobo de La Fundación Editorial El Perro Y La Rana. Parte de su obra está representada en revistas como Poesía (UC), Letralia, Stand Up Poetry, Los Poetas Del Cinco y Punto En Línea (UNAM) entre otras. Actualmente alterna su trabajo literario con la elaboración de una serie de pinturas digitales.

Cuatro poemas de Daniel Abrego

[Dániel Taylor]


FOSA COMÚN

Uno siempre es un fantasma
y permanece en el olvido
en la hora más oscura
o entre las revistas y periódicos viejos.
Uno siempre cae,
como caen ciertas palabras
a la ausencia
y de pronto el encierro
es tan parecido a un manicomio.
Uno siempre envidia a las aves
a las siete de la tarde
perdiéndose
entre el cielo dorado y rosa
en dirección al olvido
que es nuestra fosa común.


*


LOS ASTRONAUTAS

Infame y estúpido
con locura entre los dedos
quiero que mi generación arda:
las palabras serán el fuego
y nuestros sexos la gasolina.
En la oscuridad infinita
veo fosfenos y rostros,
rostros de muertos,
astronautas que siguen vagando
y vagarán por siempre en el espacio.
Sueños donde no pasa nada
pero despierto con quemaduras.
No sabré nunca
-ni quiero enterarme-
cuando esté vagando en el cosmos
y ya nadie piense en mí.


*


NAUSEABUNDO

Para sentir el sabor de la muerte injusta
basta con acercar la nariz
a cualquier parte de la ciudad.
No huele a asfalto,
el aire posee el sabor ferroso
de la sangre.


*


ÁCIDO

La ciudad le pertenece a los androides
no a nosotros que caminamos desnudos
sobre el asfalto húmedo de la madrugada.
Ya no creemos en el ruido,
somos cascajos, nada nos pertenece.
Estamos perdidos en la ciudad.



Daniel Abrego (2000, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México), aprendiz de cineasta, estudiante de Artes Visuales. Ha publicado Desmadre Intergaláctico (2016, Ediciones Maleta Ilegal) y Vómito de letras (2016, Pachuk Cartonera).

Seis poemas de Árbol genealógico, de Julio Tizzani

[Monica Rohan]


En mi familia siempre hubo guerras
       Silenciosas
                           Largas
Al terminarse todos se alegraban
Ya era tarde    para mí
Apilado en un montón de cadáveres


*


En el mismo espejo donde dejé mi máscara
                                                             [y mis dedos
Mi abuela la clarividente asustada sabía que
iba a repetir hábitos en cualquier circunstancia
Que me quedaría esperándola en su resurrección de alas frías
En un momento en que los perros ladraban
demasiado y yo negaba mis oídos a la premonición
Estaba claro
Me saldría espuma por la boca
Me rozarías con agua bendita
Vomitarías ataduras
Consultarías al decálogo de Aries tocándome
la frente
Tenía fiebre, abuela
Debí saberlo, que al llegar al mismo suelo
que el tuyo me temblaría todo
La premonición seguía su curso
Santifícame para siempre
Sobre una mortaja verde
Santifícame para siempre
Con un plato lleno de moscas
Tiento tu última letanía.


*


Llevas piedras porosas en tu estómago y eres la hija de Olokun, mi hermana. Te acordarás de los días de persignaciones antes del desayuno, el almuerzo y la cena. Casi ciego puse en claro mi náusea, que nadie te vea el pliegue. La flatulencia saca de adentro secuelas colgantes. Hermana, los dientes no nos sobran, son las 8 p.m. y no ha muerto la mosca; ronda en los siete platos de sopa. Te serví mi carroña pulida y añejada porque de nuestra madre sólo escuchamos sus tripas. Ella no tiene la culpa pero fue la primera en servirnos una mesa de patas anchas, sal y aire, espantando las ansias hasta el otro día. Permíteme, por favor, restaurar mi fuerza para golpearte, hermana, justo en la boca. Que el golpe desuelle tu estómago, para que de una vez por todas se te quite el hambre.


*


La infancia me arrancó las manos
No pude juntarlas de nuevo delante de dios
Vuelvo a ella de vez en cuando
Vuelvo a ella con mis primos
Entre orinas y saliva
Jugamos en esta dirección cansada
               Primos
                           Yo sabía que eran muertos
Porque ya no podían inventar juegos
Ay
Mi infancia
De ella aprendí mi primer hábito
              El encierro


*


Sufrí una muerte              amable
                                         Rapidísima
                                         Para transformarme
                                                                      [en árbol
Y ser incapaz de darle sombra a alguien.



*



Tengo dos semillas que me dio mi padre
Las guardo debajo de mis párpados
Van en sentido retrógrado, hasta volverse
                                             [una célula imprecisa
He sido obligado a respirar despacio, a torcerle
el decimotercer lazo a la muerte
Mi soledad es un mundo de pájaros
Tengo la tercera costilla rota
La atmósfera me aplasta
La delgadez me acuna
La inmortalidad no se ha llevado mi memoria
Mi raza está diluida en pena
El hilo de mi descendencia me sigue desde lejos
Nací en aquelarre
Leche negra me fortificó
No hago más que gritar augurios
No puedo caminar erguido, no puedo
Mi hermana fue concebida en luna menguante
Mientras a mí me criaban los lobos
Mi sendero no es claro, está tibio
Y la sumisión me congela…


Julio Tizzani (Falcón, 1990). Médico Cirujano. Autor del libro Árbol Genealógico (Editorial Palindromus, 2018). Sus poemas han sido publicados en diversos portales literarios, entre estos: Revista Letralia y Revista Grifo. Actualmente vive en el sur de Chile.

Primer y segundo día, de Julieta Vivas

(Egon Schiele)


El primer día

Cuando me dijeron que venía la muerte no les creí, pensé que la vida era eterna, porque podía ver mis venas como se alzaban con el azul del cielo.
Era inalcanzable en el vuelo.
Luego de un tiempo prudente se sentó en mis sueños y se llevó a dos personas en mi niñez, me arrebató la eternidad que se puede conseguir en las pequeñas comisuras de los labios.
Me rompí sin saberlo.
Y siguió regresando, aparecía en la televisión, en la escuela, en la cuadra por donde jugaba bicicleta, en los amigos de mis padres, luego en mis mascotas y en mi bachiderato, hasta que me rendí.
Hablé sin ser escuchada.
Por unos años seguía apareciendo sólo en la tele, no toco más mi efímera vista.
Había guardado reposo, hasta que llegó la noche y ella con el día.
Rondó mucho a la semilla de alguien, que estaba a dos centímetros de mi corazón pero a varios kilómetros de distancia.
Se lo llevó y yo no pude abrazar su dolor.
Esta es la única forma de abrazar, la muerte no puede ser combatida, pero sí puede ser opacada con la poesía .
Escribí y pude volver alcanzar los abrazos que no pude dar.


*


Segundo día

La vez que pisé suelo en el exterior
Había sangrado tanto que pensé que mi corazón bombardeaba muy lento, más que las manillas del reloj que andaba con los segundos al revés desde el año pasado, olvidaste repararlo.
Había tirado toda la piel marchita que tenía para quitarme el miedo de andar sola, y estaba con todas las heridas a plena luz del día y recibiendo todo el sereno en plena luna llena.
Y no se diga de las manos, venían agrietadas como el techo que prometieron reparar, ese de aquella casa donde te raspaste las rodillas por primera vez y comiste el mejor arroz con pollo que tu mamá te preparaba para tus cumpleaños. Extraño su sabor.
El mundo ya no me hace sentir tan pequeña cuando recuerdo y regreso a esto, porque después de lo dicho, no hay nada que se pueda comparar.


Julieta Vivas (Táchira, 1994). Estudiante de Letras Hispanoamericana y Venezolana en la Universidad de los Andes. Me han publicado en revistas como ERRR- Magazine y Digo.palabra.txt. He colaborado en recitales de Purpura Poesía en San Cristóbal –Táchira.

Tres poemas de Jonatán Reyes

Valerie Hammond

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re-creación de mi ser
alinear mis píxeles/ amasar mis circuitos

recortar mis contornos
arreglar el carmesí plaga
de las pupilas

atenuar las manchas polarizadas
del rostro/ corregir el pasado
estupefacto en mis labios
(esa mueca miserable
de tardía ultratumba)

revivirme a la fuerza
exhumar el oleaje de mi cuerpo
las secuelas que no cesan de vibrar

tenderme al sol para que escurran mis aceites
y desenrosque el tiempo de mis huesos

(el sol tuesta el alma
y desordena las cicatrices)

ya cuando escurra la muerte
de mi cuerpo
me exprimo para que eche
todos mis colores
y caigan todas las cáscaras

(el bermellón, por ejemplo
es incienso en las heridas)

así lo mortecino derramado
fertilice la tierra

mientras/ susurro bajo/ hablo amor/
hablo tenue

*

0000.2

delineo con mis declives un idioma sepulcro
tal engancha diámetro claustro de mi otredad

deforme de qué manera cielo anochecido mi
dorso espacio blanco no difiere entreabre una

casa pálida de mí empantanada en sus raíces
del extremo intrincada bajo fondo los ídolos

retuercen su arcilla tan de mis fetiches ícono
adulterado por la sobriedad traza destello tú

océano sino digo refleja algoritmo tu trenza
larga y penumbra me desenreda en ti circundo

aun con mi cuerpo entumecido aquí origen es
rasgar la sombra revés fértil es sonido blanco


*

INTRO

la palabra descascarar es un idioma. es pulpa abstracta
píxel, frecuencia, liquen, ataraxia. cuando se cae la cáscara
rezuma otro ser, virtual. germinar es arrancarse de raíz una
extensión miserable del cuerpo


Jonatán Reyes (San Juan, Puerto Rico, 1984). Ha publicado varios libros, entre ellos: Filmina (finalista del premio internacional de poesía Pilar Fernández Labrador, 2016), y Perdíamos la gracia y el verano (2017). Parte de su poesía ha sido en diversas revistas internacionales de literatura y poesía, de países como, Colombia, Argentina, Venezuela, España, Grecia, Italia, Brasil, Ecuador, Estados Unidos, Chile, Bolivia y México. Su poesía ha sido traducida al italiano, griego, inglés y portugués.

Contra el olvido: Diez poemas de Hanni Ossott

(Greg Dunn)

Hasta que llegue el dia y huyan las sombras

Memoria de la tierra

Lento, muy lento se teje la trama del agua de la fuente
suavemente se prepara cada vez, cada vez la misma caída
Lento arde la milenaria cacerola sobre los hondos fuegos
y otra vez, obstinada, la antigua insistencia

Nada nuevo para decir, nada extraño que anunciar.

En el más viejo cuaderno, lleno de borrones y sin cuentas nuevas
                  la repetición del arcaico cuerpo
                  hojas allí
                  flores, vientres, deseos, impulso
                  y el amor que es crimen, sangre y celebración
                  lo mismo abismándose en lo mismo

Horror cuánto odio
Horror cuánto celo
Horror cuánto ahorro

                  Abajo, muy por debajo, en lo remoto
                  inmortal
                  el tejido circular
                  el vientre único
                  la herida que es presencia haciendo presente
                  Abajo y adentro
                  la vida ciega
                  las vísceras de la fuente

Nutricia inmortalidad, el amor nos desgarra
                  «adónde voy»
                  «adónde voy»

Soy una trayectoria, la mido a diario, la comparo, la presento.
Soy contra el letargo, me opongo, realizo.

La aguja cede, se comba, tiempla el hilo, tuerce la curva final
Circular es el repaso de la memoria, atento a la repetición.

El mismo dibujo, la misma historia
                    fluyen

En lo hondo tierra madre
el volcán, la lava, la quema, el quehacer
una y utra vez, siempre lo mismo

La abuela teje sin piedad
Tierra, memoria de la tierra, reiteración de hoja, árbol, fuente
sangrados, desangres, aguaderos
Hondo se mueve el pez, Némesis
centro de aguas
hondo se despliega el inmortal cuaderno
             sucio, tachado, rectificado
hondo se deshace el vivir

«Yo me distraigo con una pequeña visión en el camino,
yo me distraigo entre tu reiterado énfasis»

Se vacía y se llena el bastidor... Yo bordo sobre él mis matices...
no ya un rostro... sólo fulgores, rastros

El guego inicial cunde, incisivo, nos repone a la única memoria
centro de oscuridad.
Cedo, cedo a diario, también tú y los otros
secretamente, en la intimidad, porque avergüenza
                     —da pena tanto perder y enriquecerse.


*


Lo cotidiano

Hemos visto modos, movimientos, gestos muy breves
         la infinita circulación de instantes
Hemos andado por calles que un día aparecen luminosas
         y otras alcanzadas por la opacidad
Hemos percibido el temblor,  la presencia inminente
         de aquello que va haciéndose
         conservándose como cosa o hálito
Hemos visto hombres, casas, tierras, no del todo comprensibles
         hemos sido extrañados
         puestos a un lado
         por lo nuevo y lo raro
Hemos inventado formas de amor para atacar lo solo
Hemos bebido con placer puesto que no nos está negada la fiesta
                   —la necesaria fiesta aún desde la precariedad
Respiración nos circunda
                   y poseemos ojos para mirar lo innumerable
                   ojos del alma
                   capaces de contener heridas y noticias
De realidad estamos inundados
             hay una montaña que nos atraviesa
             hay un ruido golpeante de mar
             hay siempre en nosotros un vestigio, una huella
             ferviente
             animal
             vibrante
Eternidad de ser se anda entre nosotros
             río siempre sonoro
             fuente siempre encendida
             apego a saber que algo, alguien, sea una cosa
             querencia a una forma
Y decimos esto es, y lo llenamos
             no importa de qué suposiciones
Hay lo posible: el azul del cielo
                       la calle los muros
                       los sueños
                       las cosas ahí
                       asaltando con su presencia.

Ah rara brevedad, de tu misterio y tu goce no queremos la vacancia
¿A qué se podrá después decir: he visto, he palpado?
¿Quién hará de nosotros la otra historia?

Hemos visto querellas
                       casas en fuego
bibliotecas que acumulan sudor de presencia
                       documentos insuficientes
                       apócrifos inútiles
                                                 excusas
Hemos dicho haber visto el fluir y lo estable
          poseemos datos claros de cada movimiento
          también en nosotros se anda la precaución
          edificada por la memoria
          la experiencia de antiguos dolientes

Ah oscuridad... y queremos llevar hacia ti el jardín
                                                      la casa
                                                      la corriente
                                     la luz que ilumina la habitación.

¿A qué podremos decir que hemos visto?


Espacios para decir lo mismo

Por eso ahora y aquí

Por eso ahora y aquí, en estas habitaciones, solemos codificar nuestros vacíos

Cuerpo: no sabemos de ti porque en este exceso lo hemos dado
Mira:  ahora escuchas otras habitaciones
           sueños sin luz
           únicamente de viento
allí, en esas regiones de escasos otros cuerpos menos excedidos y dichoss
Cuerpo ahora en unas manos otras que esperan resurrecciones en hechos tangibles y sólidos

Cuerpo hoy en manos que amasan transformaciones
manos de deseo siempre aplazado para lo que tal vez nunca vendrá

(Avergüenza este lujo de conocer la dispersión
Ante aquellos
                   para quienes una tarde es un reloj y una línea recta que
debr ser cumplida «a cabalidad»
Tampoco el medio favorece: decirlo. ¿Acaso no se está diciendo desde siempre?
                   Desde ese primer rostro volcado sobre texturas admirables
                   o sobre tros rostros)

Nuestro tiempo contado en años, codificado en inmensidad,
antepuesto a esa otra inmensidad largamente deseada
                                                 revestida
                                                 de mil distintos lenguajes

Y todavía
permanece
un hombre solo en una habitación vacía
aterrado
hecho de palabras siempre devueltas


Cielo, tu arco grande


Una memoria

Viene, viene
y es lo mismo, se devuelve
son las mismas palabras, miedo
enumeraciones que llegan de atrás
el aguamanil, el platero, la joya
las sábanas de seda de un egipcio.

La platabanda cayendo con la lluvia
                       y el desastre...

Viene
         se viene diciendo
         desde hace largo, adentro
         ya casi sin premuras
                  cantinela de amor

Viene, salta y golpea
                       Dicho
                       Proferir
                       Llanto

Y tú lo sientes, en la piel
                    repetitivo

                       entre poro y poro
                                de alma

erizándote
         para que recuerdes
         para que recuerdes y sepas

         Es el canto

         La canción
         La escuchada siempre
                       entre resquicios
Siempre una y otra vez
         fastidiosa insistente

Hasta que se va.


Formas en el sueño figuran infinitos


Deseo repartir esta memoria que me dirige a otras estaciones.
Si una mañana, sobre puentes y avisos luminosos, juego
a unas manos de cinco años atrás, tengo el valor de entregarlas en
cualquier confitería: tiempo de desperdiciar el Tiempo.
Esta tarde he vendido hasta la última palabra y ahora atesoro
vacuidades.
Si las cosas brillan o dejan de brillar, apenas logro distinguirlo

Atravieso un sonido único de trompeta para borrar toda sensación

El hilo que me ata a la realidad son los gritos de una conserje
cuando llega el basurero. Y esta tristeza de auera hacia adentro,
como venida. Y los dibujos de paredes viejas contanto,
pálidas de esperar la lluvia.

¿O es que esperaban lo contrario?
¿acaso es natural este mutismo?

También estos pliegues de cemento preguntan


*


El tiempo de pasar pasa como cualquier hoja
                         Todas las mañanas
              Para caer
                        sobre cualquiera de los lados
              y en los bordes
              de alguna puerta
                                    Tal vez
              abra de nuevo la posibilidad
              de ese esplendor
Allí y no en otra parte están las cosas
subsanan las heridas de sus nombres devueltos

Y es un viaje eterno
para tocarlas
                    Tal vez


*


Después reconoces y recuerdas donde hallar el cielo

En cualquier estación permanece
                 sólo para ver
                 y nombrar que pueden existir cosas brillantes

Estallan en la falacia
                 y este juego iluso también permanece
                 sobre todos los rostros

                 Hace temblar los asideros

Debe decirse vuelo en lo inmóvil
                 y nada como todo puede avenirse en cada quien
                 y todo se devuelve
                 a sí


Formas en el sueño figuran infinitos


El obstinado empeño

Magnificente y luminoso es este empeño. Mil brazos tensos, innumerables
fuerzas. Hilos que cruzan una calle y la juntan a otra. Miradas
aferradas a un resquicio. Intensidad. Encuentros. Abandonos.

Y el ruido expande sobre la atmósfera su cuerpo. Es gris, es pardo.
Es denso para quien desee penetrarlo. Concentrado acumula los gritos
y la voz siempre aplazada. Sobre las edificaciones y sobre los árboles,
más alto aun que la cumbre de una montaña, espeso y vibrante, el ruido...
toda nuestra tensión allí acumulada...
Los rezos, la piedad, la petición última todavía no hecha lenguaje
Allí a convocatoria, y el recuerdo; los bordes de un rostro apenas dibujado
Y la conversión, y naturalmente, la duda, el equívoco
También lo ahora pétreo
todos los antiguos libros ahora deshojados
y del paso de otros hombres ni un encuentro ninguna memoria
apenas vestigios inconclusos,

El ruido: esa aspiración a sobrevivir
Y la página todavía prearia, la llena de aberturas, la incendiada
en la vejez

Colmada, llena, sólida está la atmósfera
a través de las ventanas corren y se devuelven en magnífico intercambio
las señales de los vivos y de sus fuerzas; y allí también algo de
aquellos sustraídos al espectáculo

Escucha la antigua voz, ella viene ahora a asegurar el caer:
esa extraña desvetaja, irracional incomprensible hoy, que signa el
estar aquí. La voz, aquella aminorada en el ritmo, escasamente audible
y sin embargo viene, cuida y protege el doloroso descenso...

Y allí donde ella sume en hondura las cosas las deshabita,
en ausencia, vacía y desaloha lo amable.

Pero si en redención no hay dioses, hay un resquicio, un pedazo de
barro adherido a cualquier espacio para llevarnos atrás y adentro,
para decir: He allado lo más propio de mi geografía, se diluye, sí,
se ensombrece cada vez más pero mi brazo se tensa para recuperar el
dibujo de una forma
Y surgen entonces los perfiles de un techo desmembrado y la silueta
de otro erigido, y luego su caída, y luego el erigir... No importa ya
el techo.

Los rostros se suceden, las casas se suceden... Mudanza

Y los hombres reciben viga sobre viga
y adentro, en el fondo de la teierra, se excavan aberturas para sostener
lo habitable, para permitir el cuadro en la pared, el olor, un pedazo
de tela sobre una mesa.

Entre el espesor de las cosas, sobre la solidez de los cuerpos, viajan
los otros: objetos olvidados, gestos, un mirar incompleto que en desvío
señaló una reja. También allí, en desesperada conservación del recuerdo
se asienta una forma de asumir un traje a cuya adecuación exigimos la
presencia de los otros.

La unidad de los olores y la desarmonía... todo
                allí preparado para la futura  acción
                Y esto hace compacta la tierra
                Peso que activa nuestra decisión. Gravitar.
                Empeño en el proseguir
Y el nudo, esa piedra dura e inevitable que concentra los matices.
Memoria para la esperanza, como si siempre tuviésemos que regresar allí:
centro extraño, inabordable enteramente, propio para todos los regresos,
nudo que ata a lo pripio. Isla. Extraña suerte de atadura que obliga a
volver, como si allí aguardara un origen, inicio de una historia escasamente
conocida. Como si hubiese un principio, una letra inicial que incida sobre
los futuros caminos.

Es ese empezar desde ahí quien permite la elección de una instancia
Es el comienzo que da acceso entre la innumerable condensación de formas,
a un rostro, a un estar...
        Terner un rostro:
        arquitectura de la obstinación y de la desgarradura
        dibujo para un instante
        Tener a la mano la piedra dura, el centro,
        escindirla o no
        pero tenerla
        contra lo fragmentario.


Cielo, tu arco grande


Quise mi casa
       aun en medio de la disolución y de la quiebra.
Sus ritmos se acrecientan en mí
       cada cosa allí es sagrada
               para mi única memoria.

Soy la casa
           sus sombras
           sus dolores.

Entera mi persona se ha hecho de ella.

Poseo una identidad
                                 un límite
                                 un cuerpo
                                 una estructura en temblor.


*


Ahora que esa casa vuelve a mí
                       entera
por lo que ahora pierdo
por lo que gano en la reconstrucción
                          veo mi infancia
                          y la aojo
                  en el cántaro de mi alma
                para ser lo mismo y otra.

Ella está aquí, nutriendo
                      regando
                       cada cosa que sé.

Realmente allí
                  casi no hubo orfandad
                  sino riqueza.


Hanni Ossott (Caracas, 1946 - 2002). Poeta, ensayista y traductora venezolana. Trabajó como profesora de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Publicó una extensa obra poética —diez poemarios: Espacios para decir lo mismo (1974), Espacios en disolución (1976), Formas en el sueño figuran infinitos (1976), Espacios de ausencia y de luz (1982), Hasta que llegue el día y huyan las sombras (1983), Plegarias y penumbras (1986), El reino donde la noche se abre (1987), Cielo, tu arco grande (1989), Casa de agua y de sombras (1992) y El circo roto (1996).—, traducciones —D.H. Lawrence, RM. Rilke y Emily Dickinson—, asi como ensayos sobre la experiencia poética y la poesía; en España y en Venezuela también se ha publicado antologías de su obra.  Los textos presentados en esta selección forman parte del libro Obras completas (bid & co, 2008).