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(Greg Dunn) |
Hasta que llegue el dia y huyan las sombras
Memoria de la tierra
Lento, muy lento se teje la trama del agua de la fuente
suavemente se prepara cada vez, cada vez la misma caída
Lento arde la milenaria cacerola sobre los hondos fuegos
y otra vez, obstinada, la antigua insistencia
Nada nuevo para decir, nada extraño que anunciar.
En el más viejo cuaderno, lleno de borrones y sin cuentas nuevas
la repetición del arcaico cuerpo
hojas allí
flores, vientres, deseos, impulso
y el amor que es crimen, sangre y celebración
lo mismo abismándose en lo mismo
Horror cuánto odio
Horror cuánto celo
Horror cuánto ahorro
Abajo, muy por debajo, en lo remoto
inmortal
el tejido circular
el vientre único
la herida que es presencia haciendo presente
Abajo y adentro
la vida ciega
las vísceras de la fuente
Nutricia inmortalidad, el amor nos desgarra
«adónde voy»
«adónde voy»
Soy una trayectoria, la mido a diario, la comparo, la presento.
Soy contra el letargo, me opongo, realizo.
La aguja cede, se comba, tiempla el hilo, tuerce la curva final
Circular es el repaso de la memoria, atento a la repetición.
El mismo dibujo, la misma historia
fluyen
En lo hondo tierra madre
el volcán, la lava, la quema, el quehacer
una y utra vez, siempre lo mismo
La abuela teje sin piedad
Tierra, memoria de la tierra, reiteración de hoja, árbol, fuente
sangrados, desangres, aguaderos
Hondo se mueve el pez, Némesis
centro de aguas
hondo se despliega el inmortal cuaderno
sucio, tachado, rectificado
hondo se deshace el vivir
«Yo me distraigo con una pequeña visión en el camino,
yo me distraigo entre tu reiterado énfasis»
Se vacía y se llena el bastidor... Yo bordo sobre él mis matices...
no ya un rostro... sólo fulgores, rastros
El guego inicial cunde, incisivo, nos repone a la única memoria
centro de oscuridad.
Cedo, cedo a diario, también tú y los otros
secretamente, en la intimidad, porque avergüenza
—da pena tanto perder y enriquecerse.
*
Lo cotidiano
Hemos visto modos, movimientos, gestos muy breves
la infinita circulación de instantes
Hemos andado por calles que un día aparecen luminosas
y otras alcanzadas por la opacidad
Hemos percibido el temblor, la presencia inminente
de aquello que va haciéndose
conservándose como cosa o hálito
Hemos visto hombres, casas, tierras, no del todo comprensibles
hemos sido extrañados
puestos a un lado
por lo nuevo y lo raro
Hemos inventado formas de amor para atacar lo solo
Hemos bebido con placer puesto que no nos está negada la fiesta
—la necesaria fiesta aún desde la precariedad
Respiración nos circunda
y poseemos ojos para mirar lo innumerable
ojos del alma
capaces de contener heridas y noticias
De realidad estamos inundados
hay una montaña que nos atraviesa
hay un ruido golpeante de mar
hay siempre en nosotros un vestigio, una huella
ferviente
animal
vibrante
Eternidad de ser se anda entre nosotros
río siempre sonoro
fuente siempre encendida
apego a saber que algo, alguien, sea una cosa
querencia a una forma
Y decimos esto es, y lo llenamos
no importa de qué suposiciones
Hay lo posible: el azul del cielo
la calle los muros
los sueños
las cosas ahí
asaltando con su presencia.
Ah rara brevedad, de tu misterio y tu goce no queremos la vacancia
¿A qué se podrá después decir: he visto, he palpado?
¿Quién hará de nosotros la otra historia?
Hemos visto querellas
casas en fuego
bibliotecas que acumulan sudor de presencia
documentos insuficientes
apócrifos inútiles
excusas
Hemos dicho haber visto el fluir y lo estable
poseemos datos claros de cada movimiento
también en nosotros se anda la precaución
edificada por la memoria
la experiencia de antiguos dolientes
Ah oscuridad... y queremos llevar hacia ti el jardín
la casa
la corriente
la luz que ilumina la habitación.
¿A qué podremos decir que hemos visto?
Espacios para decir lo mismo
Por eso ahora y aquí
Por eso ahora y aquí, en estas habitaciones, solemos codificar nuestros vacíos
Cuerpo: no sabemos de ti porque en este exceso lo hemos dado
Mira: ahora escuchas otras habitaciones
sueños sin luz
únicamente de viento
allí, en esas regiones de escasos otros cuerpos menos excedidos y dichoss
Cuerpo ahora en unas manos otras que esperan resurrecciones en hechos tangibles y sólidos
Cuerpo hoy en manos que amasan transformaciones
manos de deseo siempre aplazado para lo que tal vez nunca vendrá
(Avergüenza este lujo de conocer la dispersión
Ante aquellos
para quienes una tarde es un reloj y una línea recta que
debr ser cumplida «a cabalidad»
Tampoco el medio favorece: decirlo. ¿Acaso no se está diciendo desde siempre?
Desde ese primer rostro volcado sobre texturas admirables
o sobre tros rostros)
Nuestro tiempo contado en años, codificado en inmensidad,
antepuesto a esa otra inmensidad largamente deseada
revestida
de mil distintos lenguajes
Y todavía
permanece
un hombre solo en una habitación vacía
aterrado
hecho de palabras siempre devueltas
Una memoria
Viene, viene
y es lo mismo, se devuelve
son las mismas palabras, miedo
enumeraciones que llegan de atrás
el aguamanil, el platero, la joya
las sábanas de seda de un egipcio.
La platabanda cayendo con la lluvia
y el desastre...
Viene
se viene diciendo
desde hace largo, adentro
ya casi sin premuras
cantinela de amor
Viene, salta y golpea
Dicho
Proferir
Llanto
Y tú lo sientes, en la piel
repetitivo
entre poro y poro
de alma
erizándote
para que recuerdes
para que recuerdes y sepas
Es el canto
La canción
La escuchada siempre
entre resquicios
Siempre una y otra vez
fastidiosa insistente
Hasta que se va.
Formas en el sueño figuran infinitos
Deseo repartir esta memoria que me dirige a otras estaciones.
Si una mañana, sobre puentes y avisos luminosos, juego
a unas manos de cinco años atrás, tengo el valor de entregarlas en
cualquier confitería: tiempo de desperdiciar el Tiempo.
Esta tarde he vendido hasta la última palabra y ahora atesoro
vacuidades.
Si las cosas brillan o dejan de brillar, apenas logro distinguirlo
Atravieso un sonido único de trompeta para borrar toda sensación
El hilo que me ata a la realidad son los gritos de una conserje
cuando llega el basurero. Y esta tristeza de auera hacia adentro,
como venida. Y los dibujos de paredes viejas contanto,
pálidas de esperar la lluvia.
¿O es que esperaban lo contrario?
¿acaso es natural este mutismo?
También estos pliegues de cemento preguntan
*
El tiempo de pasar pasa como cualquier hoja
Todas las mañanas
Para caer
sobre cualquiera de los lados
y en los bordes
de alguna puerta
Tal vez
abra de nuevo la posibilidad
de ese esplendor
Allí y no en otra parte están las cosas
subsanan las heridas de sus nombres devueltos
Y es un viaje eterno
para tocarlas
Tal vez
*
Después reconoces y recuerdas donde hallar el cielo
En cualquier estación permanece
sólo para ver
y nombrar que pueden existir cosas brillantes
Estallan en la falacia
y este juego iluso también permanece
sobre todos los rostros
Hace temblar los asideros
Debe decirse vuelo en lo inmóvil
y nada como todo puede avenirse en cada quien
y todo se devuelve
a sí
Formas en el sueño figuran infinitos
El obstinado empeño
Magnificente y luminoso es este empeño. Mil brazos tensos, innumerables
fuerzas. Hilos que cruzan una calle y la juntan a otra. Miradas
aferradas a un resquicio. Intensidad. Encuentros. Abandonos.
Y el ruido expande sobre la atmósfera su cuerpo. Es gris, es pardo.
Es denso para quien desee penetrarlo. Concentrado acumula los gritos
y la voz siempre aplazada. Sobre las edificaciones y sobre los árboles,
más alto aun que la cumbre de una montaña, espeso y vibrante, el ruido...
toda nuestra tensión allí acumulada...
Los rezos, la piedad, la petición última todavía no hecha lenguaje
Allí a convocatoria, y el recuerdo; los bordes de un rostro apenas dibujado
Y la conversión, y naturalmente, la duda, el equívoco
También lo ahora pétreo
todos los antiguos libros ahora deshojados
y del paso de otros hombres ni un encuentro ninguna memoria
apenas vestigios inconclusos,
El ruido: esa aspiración a sobrevivir
Y la página todavía prearia, la llena de aberturas, la incendiada
en la vejez
Colmada, llena, sólida está la atmósfera
a través de las ventanas corren y se devuelven en magnífico intercambio
las señales de los vivos y de sus fuerzas; y allí también algo de
aquellos sustraídos al espectáculo
Escucha la antigua voz, ella viene ahora a asegurar el caer:
esa extraña desvetaja, irracional incomprensible hoy, que signa el
estar aquí. La voz, aquella aminorada en el ritmo, escasamente audible
y sin embargo viene, cuida y protege el doloroso descenso...
Y allí donde ella sume en hondura las cosas las deshabita,
en ausencia, vacía y desaloha lo amable.
Pero si en redención no hay dioses, hay un resquicio, un pedazo de
barro adherido a cualquier espacio para llevarnos atrás y adentro,
para decir: He allado lo más propio de mi geografía, se diluye, sí,
se ensombrece cada vez más pero mi brazo se tensa para recuperar el
dibujo de una forma
Y surgen entonces los perfiles de un techo desmembrado y la silueta
de otro erigido, y luego su caída, y luego el erigir... No importa ya
el techo.
Los rostros se suceden, las casas se suceden... Mudanza
Y los hombres reciben viga sobre viga
y adentro, en el fondo de la teierra, se excavan aberturas para sostener
lo habitable, para permitir el cuadro en la pared, el olor, un pedazo
de tela sobre una mesa.
Entre el espesor de las cosas, sobre la solidez de los cuerpos, viajan
los otros: objetos olvidados, gestos, un mirar incompleto que en desvío
señaló una reja. También allí, en desesperada conservación del recuerdo
se asienta una forma de asumir un traje a cuya adecuación exigimos la
presencia de los otros.
La unidad de los olores y la desarmonía... todo
allí preparado para la futura acción
Y esto hace compacta la tierra
Peso que activa nuestra decisión. Gravitar.
Empeño en el proseguir
Y el nudo, esa piedra dura e inevitable que concentra los matices.
Memoria para la esperanza, como si siempre tuviésemos que regresar allí:
centro extraño, inabordable enteramente, propio para todos los regresos,
nudo que ata a lo pripio. Isla. Extraña suerte de atadura que obliga a
volver, como si allí aguardara un origen, inicio de una historia escasamente
conocida. Como si hubiese un principio, una letra inicial que incida sobre
los futuros caminos.
Es ese empezar desde ahí quien permite la elección de una instancia
Es el comienzo que da acceso entre la innumerable condensación de formas,
a un rostro, a un estar...
Terner un rostro:
arquitectura de la obstinación y de la desgarradura
dibujo para un instante
Tener a la mano la piedra dura, el centro,
escindirla o no
pero tenerla
contra lo fragmentario.
Cielo, tu arco grande
Quise mi casa
aun en medio de la disolución y de la quiebra.
Sus ritmos se acrecientan en mí
cada cosa allí es sagrada
para mi única memoria.
Soy la casa
sus sombras
sus dolores.
Entera mi persona se ha hecho de ella.
Poseo una identidad
un límite
un cuerpo
una estructura en temblor.
*
Ahora que esa casa vuelve a mí
entera
por lo que ahora pierdo
por lo que gano en la reconstrucción
veo mi infancia
y la aojo
en el cántaro de mi alma
para ser lo mismo y otra.
Ella está aquí, nutriendo
regando
cada cosa que sé.
Realmente allí
casi no hubo orfandad
sino riqueza.
Hanni Ossott (Caracas, 1946 - 2002). Poeta, ensayista y traductora venezolana. Trabajó como profesora de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Publicó una extensa obra poética —diez poemarios: Espacios para decir lo mismo (1974), Espacios en disolución (1976), Formas en el sueño figuran infinitos (1976), Espacios de ausencia y de luz (1982), Hasta que llegue el día y huyan las sombras (1983), Plegarias y penumbras (1986), El reino donde la noche se abre (1987), Cielo, tu arco grande (1989), Casa de agua y de sombras (1992) y El circo roto (1996).—, traducciones —D.H. Lawrence, RM. Rilke y Emily Dickinson—, asi como ensayos sobre la experiencia poética y la poesía; en España y en Venezuela también se ha publicado antologías de su obra. Los textos presentados en esta selección forman parte del libro Obras completas (bid & co, 2008).